lunes, 18 de febrero de 2008

Vida imperial de Don Letrinillas Tupidete, Atascatoilet



Don Letrinillas Tupidete nació de la peor forma posible. Su madre, una mujer de burda apariencia que respondía por “doña” porque más no recordaba, llevaba embarazada nueve meses sin haberse percatado ni cuidado su alimentación. Sólo comía fabes de lata, y como era de familia de vajilla feble, le daba en la tapa con el canto de una piedra hasta hacer un agujero, por donde sorbía la fabada, que le gustaba fría. A veces se le atascaba el chorizo en el agujero, y se ponía como alma que lleva el diablo. ¡Había que verla, dando alaridos por la casa, saliendo a la ventana y blasfemando como si se acabara de tragar un boleto premiado! La gente se alarmaba y se llevaba las manos a la cabeza, o al revés, según pudieran. “Pero, doña cabrona jadelagranputa”, decían, sabiendo que después del doña la mujer no atendía, “¿qué te pasa, alma de Dios?”. “¡Que se ha atascado el chorizo!”, vociferaba ella. Y cerraba de un portazo la ventana, con todas las contradicciones que esto supone.

En fin, que tras nueves meses de mala digestión, la incauta mujer fue al baño creyendo que iba a deshacerse de lo que sobraba, de tal guisa que de un movimiento abdominal, dio al agua unas fabes ya maceradas y a don Letrinillas Tupidete, que nació de nalgas de tal suerte que se encajó en el orificio del retrete y tupió el fluir de la mierda, y de aquí el nombre. La mujer, sorprendida por los extraños gemidos estomacales, volvióse y vio a su retoño, que sonreía, pues era de probada bonhomía, a pesar de estar encharcado en mierda.

Se le paralizó el corazón y cayó redonda. Don Letrinillas Tupidete, Atascatoilet, nunca pudo salir del retrete, pero eso no le impidió probar al mundo su santidad con hechos variopintos. ¡Se ganó el cielo sin salir del baño, Juan, y las muchedumbres, ávidas de conocer al varón cuya fama rebasó fronteras, peregrinaban y hacían cola para entrar al toilet y aliviarse sobre este santo singular, que nunca perdió la sonrisa beatífica que lo hizo célebre! Nunca, hasta el día en que la mucama rumana entró y sin darse cuenta de lo que hacía, a pesar de que a don Letrinillas ya le colgaban las piernas por fuera, vació en la taza un frasco de Pato WC. ¡Murió entre estertores, graznando como un pato!

¡Santo varón!

Brian May



Hoy os voy a contar, amigos, la historia de Brian May.

El nombre propio, "Brian" se lo puso después, cuando se fue a inglaterra a hacer fortuna, pero en realidad su nombre es May. May Aguirresarobe Azpilicueta Ríobravo y Achís.

May era dependienta (sí, sí, dependienta) de helados de cucurucho de chocolate en el difunto McDonalds de la plaza de toros de San Sebastián (Illumbe). Era un trabajo para el que se necesitaba gente cualificada y con dedicación exclusiva. Tu ibas a la barra y le decías "buenas, ¿me da un helado de cucurucho de chocolate y nata?" y May te respondía: "lo siento, pero es que de los helados de cucurucho de chocolate y nada se encarga Josefa, que está en sus cinco minutos reglamentarios de descanso semanal y no se puede poner a dar helados asín como asín". Ahora, eso sí, ¡cómo ponía May los helados de chocolate! ¡a diestro y siniestro, oiga! tú ibas a por un macmenú doble chisburger con muchos pepinillos y doble de sésamo, por ejemplo, y ¡zas! de repente te encontrabas con un helado de cucurucho de chocolate dentro de la hamburguesa. La gente venía de todas partes para verle poner helados: de China, de Moscú, de Indianápolis, del servicio de caballeros... ¡vamos, lo que se dice de todas partes!

Pero un día se le hincharon las narices. Y el pelo, también se le hinchó el pelo hasta quedársele como todos conocemos, y claro, con este aspecto, se dijo, ¿qué hago yo vendiendo helados de cucurucho de chocolate en el difunto Macdonalds de la plaza de toros de San Sebastián (Illumbe)? ¡Yo tengo que hacer fortuna! por lo que se fue a hablar ¿con quién? ¿con quién diríais que se fue a hablar para hacer fortuna? Pues claro, ¡con TABACALERAAAAAA!

Y tabacalera, que siempre ha sido muy suya y del gobierno, a partes iguales, le mandó a la porra, con lo cual dijo May "pues ahora me voy a ver a la reina a protestar". Pero el guardia municipal al que le preguntó por la reina era un negro que le entendió mal y le mandó a Inglaterra a buscar a Queen, con lo cual, una vez allí, llegó y dijo "buenas, ¿es esto la reina?" y Freddy Mercury le dijo: ¡¡¡SOUMASTGOUOOOOOON!!! y claro, se quedó. Se quedó sordo, pero se quedó. Y para disimularlo se puso a tocar la guitarra, se cambió de sexo y se dejó rizos.

viernes, 1 de febrero de 2008

Don Evaristo Puentelarreina y Jabón de Tocador



Esta es la vida de Don Evaristo Puentelarreina y Jabón de Tocador.

Don Evaristo Puentelarreina y Jabón de Tocador, más conocido como Evaristito el Jilipuertas nació en el seno de una señora de Moratalaz que estaba comprando pipas en el quiosco de la esquina, razón por la cual también se le conocía como Panchovilla.

Ya desde muy pequeño dio indicios de tener un gran corazón y una gran amabilidad hacia las señoras mayores. Su primera frase fue "a sus pies", momento en el que su madre, que acababa de venir de Argentina para ganar el premio Nadal, dijo: "este niño será pedicuro".

Pero el niño fue creciendo, Luis, y ¿qué dirías que ocurrió? ¿se hizo pedicuro? ¡NO! se hizo la vasectomía.

Pasados los años se descubrió que Don Evaristo era sordo del ventrílocuo izquierdo, razón por la cual Evaristito puso un circo, con tan mala suerte que nada más montarlo, le crecieron las uñas ¡una barbaridad! y tuvo que reformar su casa de Palos de la Frontera, provincia de A Coruña, para lo que le pidió un crédito blando a su amigo Josep Piqué, que por aquél entonces estaba en el banco haciendo una gestión.

Viendo que el negocio del circo no prosperaba, Evaristito el Jilipuertas decidió cambiarlo, y se dedicó desde aquél momento a la cría y reproducción de monjas en cautividad. Las monjas no se quejaban: se pasaban todo el día haciendo yemas y yemas, y más yemas, hasta que les salían por las paredes y por las orejas, y un día que Evaristito fue a hacer recuento de monjas porque tenía un pedido ¡del mismísmo vaticano, Luis! se llevó un saco, confundió a las monjas con las yemas, las envió al Vaticano, y claro, pasó lo que tenía que pasar: cuando el Papa vio tantas yemas juntas devolvió el pedido, y Evaristito al verlo no pudo soportarlo más y se cortó las uñas ¡que ya era hora, Luis!

¡Santo Varón!