jueves, 29 de noviembre de 2007

Don Tiborritas María de Kartofen-Salad



Juan, don Tiborritas María de Kartofen-Salad, desde muy tierna patata, fue codiciado por sus congéneres. Un día la señora de la limpieza intentó morderle la oreja, pero en cuanto él se dio cuenta de que no era congénere, le metió el tubo de la aspiradora por la boca y le sacó un candelabro que habían echado en falta mientras jugaban a la escoba. Ellos, Juan, la familia Kartofen-Salad eran pobres pero arrogantes, y por eso tenían señora de la plancha, que no cobraba pero lo hacía para el currículum. “Yo trabajo en casa de los Kartofen-Salad”, decía ella, ufana y algo elata. Y las otras señoras de la plancha palidecían de envidia y hacían rosarios con chicles de bola. Todos los días, antes de que la señora de la plancha se marchara de casa, la madre le abría la boca a la fuerza y le cataba el aliento, y si olía a mahonesa o a patata cocida, le daba una galleta, una ostia, vamos, porque eso era que había estado lamiendo a Tiborritas, y había que darle mahonesa otra vez por todo el cuerpo, para que no se quedara seco. Porque ¿quién lo querría seco?

Y así, entre mahonesas y pedazos de salchicha o salsitxa, como se dice en Cataluña, fue transcurriendo la infancia feble de don Tiborritas María, hasta que un día, en el kindergarten al que seguía yendo porque no tenían para pantalones largos, conoció a una niña que olía a caldo y a verduras, y que resultó ser la marquesita de Culoempompa. Don Tiborritas conoció el amor y la comida caliente el mismo día, y así, contrajeron nupcias en un fotomatón con cuatro perras que tenía en el bolsillo, pero como invitaron a varios amigos del kindergarten, la marquesita, que era más bien tonta, al ver las fotos pensó que su marido era el tonto del pueblo, con el que se fugó haciendo autostop en una montaña rusa. Don Tiborritas, alicaído, renegó de todo y pasó a la historia como don Renegrete de Piscolabis y Minestrone. ¡Santo Varón!

lunes, 26 de noviembre de 2007

Agustín Marcos Galvanizados Futura Señora de Torx



Hoy te voy a contar la vida y milagros de este Santo Varón, Igor.

Agustín Marcos Galvanizados Futura Señora de Torx procedía de familia humilde por demás. Por demás y por gilipollas, porque los padres tenían un negocio de venta de callos de pies naturales que les producía pingües estipendios y se lo cedieron a Mario Conde a cambio de un bote de gomina.

Este Santo Varón nació en el momento más inoportuno para su madre pues estaba sufriendo de fuertes dolores de vientre. Su padre dormía plácidamente mientras sus hijos revoloteaban cual gráciles mariposas alrededor de su cama, que todos sabemos lo que ayuda el cariño de los hijos a conciliar el sueño, Igor. Eso, y 10mm. de morfina en vena, lo mejor para el sueño.

Precisamente esta circunstancia fue la que provocó el ser bautizado con este nombre singular, cuando su padre, despertado por fin tras oír los gritos de su mujer, que rompió aguas sobre él para hacerle partícipe de la feliz ocasión, en el éxtasis del momento proclamó a viva voz: "¡me cago en tus muertos!" razón por la cuál le llamaron
Agustín.

Agustín Marcos Galvanizados Futura Señora de Torx era trabajador como el que más. A la edad de cincuenta y tres añitos ya estaba buscando su primer empleo para no tener que depender de sus padres y aflojarles las pesadas cargas de la paternidad. Su madre tenía una ilusión: quería un hijo ferretero. Pero al ser china y no tener dientes, el hijo le entendió mal y se puso a buscar empleo como probador de instrumental en una peletería, cosa que consiguió con arduo esfuerzo, dejándose la piel en el proceso.

El mayor milagro de la historia de este Santo Varón, Igor, llegó en el momento en el que un día, después de salir de trabajar, se metió en una lavandería con el habitual propósito de lavarse las uñas de las manos. Allí conoció a un señor coincidente en sus propósitos y en su apellido: señor Torx.

No hubo lugar a más, Igor. Se tuvieron que casar.

¡Santo Varón, Igor, Santo Varón!

jueves, 22 de noviembre de 2007

La Feldespatona. Casa de comidas.



Atentos: el lunes llegamos.

Albricias, Luis, albricias...